miércoles, 25 de julio de 2012

Amiga soy de las sombras


Amigas son las sombras, de mi pálido ser, que vestido de una impactante y enorme oscuridad, camina, en busca, de saciar, sus pálidos labios, pintados de roja sangre, con el embriagador y dulce líquido, que mis afilados colmillos, sin parar, una noche tras otra, en medio de la soledad, que me invaden, se pasan buscando, para complacer, sus ardientes deseos, de transformar, a inocentes y mortales cuerpos, en la otra mitad, que pertenece, al mismo infierno.

Cada luna llena, de forma elegante, todo su resplandor, sale a relucir, con sus resplandecientes rayos, que impactan, sobre un desolado ataúd, que espera recibir, alguna otra presencia, que sinceramente, probar con todas sus fuerzas, desee, mi sangre, hasta llegar a completar un ritual, que durante miles de siglos, en estas tierras, se lleva realizando, y que aún, bajo la inmortalidad, que entre nosotros, existe, se sigue haciendo.

El amor que existe, hacia el negror, que cubre, este manto, es tal, que quisiera despertar, alrededor, de los sangrientos besos, que cubran, mi piel, después, de haber desplegado, tras las puertas, de mi castillo, mis alas, para alzarme, hacia lo más alto, con un baile de medianoche, del que todos, los que están aquí, se acuerden, quien manda, entre la hoguera, que alumbra, una cena, de la cuál, lentamente, fui disfrutando.

¿Quienes, embriagados vienen aquí, por el irresistible aroma, de la muerte, en realidad, lo hacen, porque quieren convertirse, en el gélido hielo, que cubren, mi rostro y mis manos, o solamente, lo hacen, para saciar su curiosidad, y así, pensar, que siendo, como yo, podrán burlar, a la misma autoridad, que son mis afilados colmillos, que ansiosos, esperan, a sentir, como profundizan, en muy pocos segundos, en muchos túneles, bañados, de un doloroso placer, jamás expresado, por nadie?

martes, 24 de julio de 2012

¿Que le sucede a mi oscuridad?


¿Que le sucede a la oscuridad, que envuelve, a mi inmortal alma? Parece, como si lentamente, estuviera a punto, de desaparecer, de mis venas, unos embriagadores y dulces sueños, que en pequeños trozos, esparcidos, entre las hojas de un libro, que vacío, se encuentra, sin los latidos, de unos pálidos y sangrientos labios, que aquello, que más desean, es hacer revivir, de nuevo, a quienes, me hicieron ser, quien ahora soy.

¿Como puedo hacer renacer, de frías y grisáceas lápidas, quienes, durante muchisimos siglos, en el escalofriante calor, de la muerte, se encuentran, de forma ininterrumpida?- pregunté
La única solución, para entregarles, en las tinieblas, una nueva vida, es permitir, que unos afilados colmillos, como los tuyos, sin esperarlo, se vean clavándose, en el interior, de su piel, que echa de menos, ser abrazada, por los muros, de un terrorífico castillo.

El ver, como aún, solitariamente, sigo vagando, por burdeles de mala muerte, desnudando, mi gélido cuerpo, a otro ser, y bebiendo, de otra sangre, que no sean, la suya, lo único, que consigue hacer, es que incompletos, se vean, mis azulados ojos, con ver, nada más, como los minutos y las horas, van pasando, entre un podrido mundo, que poco a poco, va avanzando, y no poder hacer, absolutamente nada, por detener, quienes quemaron, en lo más profundo, del abismo, los oscuros versos, que escritos fueron, por el hielo de mis manos.

Espero, a que el tiempo, por fin, se detenga, en este preciso momento, para aprovecharlos, poco a poco, junto los rojos pétalos, de unas empobrecidas rosas, que en forma, de un precioso ramo, esperan ser recibidas, bajo el hielo, que cubre, unas frías sabanas, para devolverles, durante miles de lunas más, aquellos instantes, que por muertos, en el interior, de mi desolado corazón estén, en realidad, desean, volver a vivirlos, para nunca más, separarse, de quién, mis vacíos anocheceres, muchas veces, abrigó.

miércoles, 18 de julio de 2012

Aún me siento vacío


Después de teñir, con la roja sangre, que me mantiene, en vida, por mucho, que alimente, mi alma, con ella, parece ser, que al azul cielo, de mis ojos, les falte, la oscurecida pasión, que hace siglos, junto a mi blanquecina y congelada nieve, que acompañado, de ella, caminaba, dejando abrir, en medio, de esa escalofriante sensación, las ansias, que sentía, por escribir, en uno de los troncos, de unos pinares, pintados de blanco, con mi propia sangre, la palabra eternidad.

Solitarios y sedientos, están, los muros de mi castillo, que a medida, que miles de anocheceres, van pasando, parece, que las rosas, que adornaban, toda esta elegancia, notaran lo mismo, que ahora yo siento; lentamente, se van pudriendo, hasta convertirse, en aquello, que odiado es, por todo ser humano; lo que tanto repugnan, de nosotros, es el miedo, a que nunca más, sus corazones, vuelvan a latir, de la misma manera, que a nosotros, nos late.

¿Acaso será, porque aún, no he llegado, a retener, entre mis eternos brazos, esa palabra, que a nosotros, una radiante y preciosa luna llena, bajo la noche, con esa belleza, que le hace ser, la única estrella, entre las sombras, nos suele expresar? De nuevo, las vidrieras, que van a parar, a mi dormitorio, les da la bienvenida, para recibir, como siempre, sus sabios consejos, que en mi escudo, se transformaron, olvidando, por completo, unos jardines, florecidos de rojas rosas, que parecen, para mi, no florecer.

¿De unos alborotados y enfurecidos ríos, que a punto están, de explotar, quien logrará, detener, toda esta furia, que parece dominar, todos mis sentidos?- le preguntó.
Y la luna, responde: Por favor, controlalos, y no dejes desperdiciar, una sangre, que podría, ser alimento, de unos sangrientos besos y de unas frías caricias, que borren, en ti, todas las cicatrices, que de repente, abrieron las puertas, de las tinieblas.