Por oscuras arboledas
inundadas en el vacío
me vi, mientras una salida
buscaba, alrededor de una soledad,
que a cada paso que daba,
lágrimas de sangre derramaban
mis ojos, completamente embriagados
en una tormentosa tristeza.
Si hay alguien aquí,
¿me podéis decir, de que manera
poder escapar, de este lugar?-pregunté
Unas afiladas espinas
entre congelados pinares,
solitarios, se están marchitando.
No puedo verlas morirse
sin rojos pétalos que las abriguen.
Y la fría anochecer respondió:
Pues si tu alma de mortal
no desea ver, como se sacrifican
para saciar sus deseos
más inmortales, cógelas y junto
a su ataúd déjalas; desde hace siglos,
entre los muros de su castillo,
habita un vampiro, que de su eterno
sueño, espera ser resucitado.
Ante la puerta donde duerme
tal pálido ser me encuentro;
sus antiguos escalones, sigilosamente
voy subiendo, mientras el miedo
me persigue; de pronto, detrás una puerta
medio abierta, la luz de la luna llena
vi reflejarse sobre su sarcófago.
Lentamente, al lado tal marchito ramo,
sobre su misma cruz, puse.
Entonces, sin darme cuenta, poco a
poco, la puerta del ataúd, se fue abriendo;
resucitó después de tanto tiempo la muerte.
Una azulada mirada, depositó entonces,
en mi cuello, sus sangrientos besos.
Resucita con tu rojo cáliz, a este precioso ramo-dije yo
Las rosas como tú, nunca morirán; juro
conservaros a todas, por siempre, eternas.
inundadas en el vacío
me vi, mientras una salida
buscaba, alrededor de una soledad,
que a cada paso que daba,
lágrimas de sangre derramaban
mis ojos, completamente embriagados
en una tormentosa tristeza.
Si hay alguien aquí,
¿me podéis decir, de que manera
poder escapar, de este lugar?-pregunté
Unas afiladas espinas
entre congelados pinares,
solitarios, se están marchitando.
No puedo verlas morirse
sin rojos pétalos que las abriguen.
Y la fría anochecer respondió:
Pues si tu alma de mortal
no desea ver, como se sacrifican
para saciar sus deseos
más inmortales, cógelas y junto
a su ataúd déjalas; desde hace siglos,
entre los muros de su castillo,
habita un vampiro, que de su eterno
sueño, espera ser resucitado.
Ante la puerta donde duerme
tal pálido ser me encuentro;
sus antiguos escalones, sigilosamente
voy subiendo, mientras el miedo
me persigue; de pronto, detrás una puerta
medio abierta, la luz de la luna llena
vi reflejarse sobre su sarcófago.
Lentamente, al lado tal marchito ramo,
sobre su misma cruz, puse.
Entonces, sin darme cuenta, poco a
poco, la puerta del ataúd, se fue abriendo;
resucitó después de tanto tiempo la muerte.
Una azulada mirada, depositó entonces,
en mi cuello, sus sangrientos besos.
Resucita con tu rojo cáliz, a este precioso ramo-dije yo
Las rosas como tú, nunca morirán; juro
conservaros a todas, por siempre, eternas.