Imagen sacada de la página web Avelina de Moray
Oh venerada eternidad,
bajo frías bóvedas
y gélidos palcos
que entristecidos
su perdón buscan
por favor, abrázame.
Lejos de esta congelada
nieve, que bajo su solitario
campanar no deja de caer,
por favor, no me dejes.
Sin temor a la muerte
esa rojiza desnudez
vestida de inmortalidad
permiteme descubrirla.
Deja que lentamente
sobre tu ser, mis afilados
colmillo tus ardientes
infiernos logren sentir;
sin miedo muérdeme.
Y por un instante
esos azulados cielos
en sangrientas pasiones
conviertelos y haz
que eternos sean.