Angustiosos mares,
tuve que atravesar,
para después, llegar,
a abrazar, los palpitos
de alguna pálida alma,
que eternamente,
junto a mi, desee estar.
Lentamente, esta sed,
que cada noche, de frío
tuve que atravesar,
para después, llegar,
a abrazar, los palpitos
de alguna pálida alma,
que eternamente,
junto a mi, desee estar.
Lentamente, esta sed,
que cada noche, de frío
invierno, en los inmensos
infiernos, me quema,
sin saber, cuál hermoso
rostro, de rojos labios,
que toda esta sed, calme.
A lo largo, de un durísimo
camino, repleto de espinas,
sin pétalos, que de esta gélida
nieve, las abrigue, bajo la negra
noche, una interminable lucha,
emprendía, en busca, de algún vacío
ataúd, que grabado esté,
cada uno, de sus sangrientos besos.
En busca, de esa novia, que vestida,
fue, por la inmortalidad, buscaba,
para sentir, de nuevo, esos afilados
colmillos, que muchos solitarios
anocheceres, mi cuello, atravesaban,
y que me decían, que la otra mitad,
de la luna llena, que nuestras sábanas,
iluminaban, para unirse, por siempre.
sin saber, cuál hermoso
rostro, de rojos labios,
que toda esta sed, calme.
A lo largo, de un durísimo
camino, repleto de espinas,
sin pétalos, que de esta gélida
nieve, las abrigue, bajo la negra
noche, una interminable lucha,
emprendía, en busca, de algún vacío
ataúd, que grabado esté,
cada uno, de sus sangrientos besos.
En busca, de esa novia, que vestida,
fue, por la inmortalidad, buscaba,
para sentir, de nuevo, esos afilados
colmillos, que muchos solitarios
anocheceres, mi cuello, atravesaban,
y que me decían, que la otra mitad,
de la luna llena, que nuestras sábanas,
iluminaban, para unirse, por siempre.